miércoles, 25 de agosto de 2010

Otro círculo en torno a la crítica

Omar Valiño - Cuba

Pobre de la crítica que no despierte pasiones y encontronazos: estará muerta. Por su naturaleza y función, la crítica artística y literaria vive en permanente entredicho. En estos días, en los cuales las protestas llegan antes que las noticias, circulan nuevos cuestionamientos que no competen ni valen el detenimiento de esta columna, pero sí una reflexión —breve y parcial por apurada— sobre lo que podríamos llamar el marco de formación del oficio. Son palabras sabidas, mas siempre es desafiante sintonizar las ideas generales con las interrogantes de la realidad y los tiempos.

En Cuba, las concepciones predominantes en torno a la crítica teatral en las últimas tres décadas, y de hecho la praxis derivada de las mismas, están estrechamente vinculadas a la existencia de la carrera de Teatrología en la Facultad de Artes Escénicas, hoy de Arte Teatral, del Instituto Superior de Arte.

Figuras como Graziella Pogolotti, reconocida crítico de arte y del propio teatro, con la solidez de la formación académica y el largo ejercicio docente en el campo de la literatura; y Rine Leal, estudioso y crítico del teatro desde la perspectiva del periodismo, juntaron sus experiencias para fundar una carrera cuya efectividad, jamás perfecta ni incuestionable, se constata hace tiempo en la escena nacional.

Como he tenido el privilegio de estudiar allí hace más de 20 años y luego impartir clases en el Instituto Superior de Arte (ISA) por tres lustros, puedo dar mi visión sobre sus cardinales.

Nuestra enseñanza enfrenta el ejercicio teatrológico como un proceso vivo de desarrollo del pensamiento crítico, centrándose en el teatro, mas no exento de conexiones e interpelaciones hacia todo el panorama artístico y social tanto nacional como foráneo. Ese proceso se basa en la exigencia continua de interpretaciones y valoraciones por la vía coloquial y la escrita, en el espíritu de un taller con los pies en la tierra y, al mismo tiempo, capaz de subir a una atalaya para mirarlo, y ojalá que “verlo”, todo. Parte del reconocimiento de la subjetividad inocultable del acto crítico, pero se sustenta en la profundización científica de todos los componentes que intervienen en el acto teatro. No piensa el servicio del teatrólogo con un solo destino, pues en la polivalencia de su formación, el estudiante se dota de armas para ejercitarse más adelante como investigador, especialista, profesor, editor, asesor teatral o propiamente crítico de teatro que, en definitiva, es una parcela de lo que, en verdad, hay que ser: un crítico cultural, que, por dedicarse a un oficio más particular, se especializa en el teatro, la danza u otro segmento de las artes escénicas.

La insistencia en la escritura, aunque no la creemos el non plus ultra de la crítica —pues, como he dicho arriba, esta puede realizarse de varios modos y maneras—, sí es un vehículo muy duradero por las posibilidades "fijación" de la misma mediante la publicación y ha permitido que el teatro cubano cuente hoy con una crítica más sistemática, atenta y sólida que otras manifestaciones artísticas de la Isla, aunque en los últimos tiempos no se siguen los caminos de las artes escénicas cubanas como estas lo merecen.

Tampoco se ha buscado nunca aislar al estudiante del medio teatral concreto que lo rodea. El espacio académico, con sus objetivos y convenciones, no es, sin embargo, un aséptico laboratorio desligado del río de la vida. Desde muy temprano en el transcurso de la carrera, los alumnos están en permanente contacto con lo que sucede sobre los escenarios. La asistencia al teatro es cotidiana, por supuesto, pero también la inmersión en procesos de puestas en escena y en la responsable participación en eventos a lo largo del país, que los coloca ante un conocimiento real y humano sobre su primer horizonte: objeto de estudio, futuro marco profesional y herencia viva.

No enfrentamos el ejercicio del criterio —esa útil definición horizontal y dialógica de la crítica que nos legó Martí—, con el afán de un acto “trascendentalista”, como un juicio indiscutible, endiosado, marcado por la Verdad Absoluta. Para nosotros, en el ISA, es un ejercicio de participación, parte del proceso creador total en que se ve envuelto el teatro. Importante mas no definitivo. Subjetivo pero dotado de la objetividad del conocimiento. Portador también de verdad. Participante, siempre participante en los destinos del arte del teatro, sobre el que se hace la crítica y al que se debe sin dejar de cumplir su función.

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